Si bien Luis Fernando Camacho fue pieza clave de las protestas de 2019, lo fue también antes y después de la proclamación de Jeanine Áñez. Un libro de la exmandataria revela detalles de su llegada al poder y el papel del padre del entonces líder cívico.

Sentenciada a 10 años de prisión por esas acciones, acusada por delitos de resoluciones contrarias a la Constitución y las leyes, e incumplimiento de deberes, la exmandataria rememoró pasajes de su proclamación, el 12 de noviembre de 2019, en un libro —compartido con Luis Echarte— que tituló Jeanine, de puño y letra (editorial El País, mayo 2023).

Cuenta que la noche del 11 de noviembre, horas después de su llegada a La Paz, sugerida como sucesora del dimisionario presidente Evo Morales en la reunión extralegislativa de la Universidad Católica Boliviana(UCB)  fue llevada, por seguridad, a la Academia Nacional de Policías (Anapol), en la zona de Següencoma, al sur de la ciudad de La Paz.

Allí coincidió —por segunda vez en el día— con Camacho, entonces presidente del Comité pro Santa Cruz, y Marco Pumari, líder del Comité Cívico Potosinista (Comcipo). Los vi a “ambos vestidos de uniforme policial’, relata.

También se encontraban en el lugar sus colegas senadores Arturo Murillo y Óscar Ortiz.

Añez recuerda que allí se enteró de la partida de Morales a México, donde luego fue asilado.

“Quedé totalmente sorprendida y le pregunté a Fernando Camacho si sabía algo él y me dijo que sí, que eso se había quedado y ‘que mi papá me dijo que todo iba bien’, esas fueron sus palabras”, recuerda.

“En ese momento no entendí y solo confié en él, pero ahora puedo decir que yo asumí la presidencia sin que me hayan informado de acuerdos importantes que habían conversado en las reuniones de la Universidad Católica”, continúa.

Jeanine Áñez en su reunión con la Iglesia Católica. Foto. senado de Bolivia

Ese 11 de noviembre, el asunto central de la segunda reunión en la UCB fue la salida del país de Morales. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, le había ofrecido asilo en vista del “riesgo” de su vida, incluso un avión militar. Adriana Salvatierra, dimisionaria presidenta de la Cámara de Senadores, y Teresa Morales, entonces directora de la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF) asistieron a la cita. La senadora exigía garantías para la salida del país de Evo Morales.

En su declaración ante los fiscales de la causa Golpe de Estado II contra Áñez, en marzo de 2021, Teresa Morales contó que los interlocutores de la UCB debían “aprobar” la salida del renunciante Morales. Ellos “asintieron con la cabeza y le dijeron a Tuto (Quiroga): ‘Sí, dale… metele… dejaremos despegar… y comenzaremos el diálogo con Adriana (Salvatierra)”, contó.

“Tuto habla con el comandante de la Fuerza Aérea y le instruye que emita la autorización de despegue de la nave donde se encontraba Evo Morales”, dijo entonces.

Antes, en un foro internacional en diciembre de 2019, Quiroga admitió su papel en la “autorización” del viaje de Morales. “El permiso del avión mexicano… Yo nunca pensé terminar de agente de viajes de Evo Morales, pero en el vacío de poder el avión mexicano estaba en Perú y no ingresaba; yo hablo con la gente de la FAB, les digo que den el permiso para pacificar el país y también, no voy a negar, porque el hecho de que él suba al avión mexicano y se vaya al asilo significaba dejación del cargo, abandono de funciones, y efectivizaba la sucesión constitucional”, relató el expresidente.

Salvatierra y Morales denunciaron en La Razón que el exmandatario tenía dominio de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB).

REGRESO.

La mañana del 11 de noviembre de 2019, Áñez llegó al El Alto, donde la esperaba un oficial de las Fuerzas Armadas, quien luego la trasladó en un helicóptero de la FAB al Colegio Militar, en la zona de Irpavi de La Paz. La mujer no recuerda el nombre ni del oficial que la recibió en El Alto ni del “comandante” que la esperaba en la academia militar, menos sabe quién dispuso para ella el aparato militar.

Luego se reunió por primera vez en el día con Camacho, que había instalado su cuartel de operaciones en el hotel Casa Grande, en Calacoto. “Al llegar, me sorprendió el ‘protocolo’ para llegar a él, con hombres en todo el piso que parecían de seguridad civil y servían de ‘filtro’”, cuenta.

A partir de ese momento, su relación con Camacho fue de dependencia crucial. Sin embargo, el entonces presidente del Comité pro Santa Cruz ya la había arropado desde cuando en la reunión de la UCB, a la hora de la renuncia de Morales, el monseñor Eugenio Scarpellini (+) —en la llamada telefónica de Ricardo Paz, asesor del expresidente y entonces candidato presidencial Carlos Mesa— le propuso hacerse cargo de la sucesión presidencial en su condición de segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores.

“En altavoz me preguntaron si, siguiendo la línea constitucional, yo estaría dispuesta a asumir la presidencia de manera transitoria para llamar a elecciones, y les respondí que sí”, recuerda Áñez.

Su suerte había cambiado, debía pensar qué hacer. Apareció otro colaborador de Camacho,

Áñez cuenta que después de la confirmación de su sucesión, comenzó a recibir llamadas, hasta quedar “aturdida”. “Me llamaban mis colegas parlamentarios, los medios de comunicación y Fernando Roca Landívar, a nombre de Fernando Camacho y el Comité pro Santa Cruz”, dice en el libro.

VIAJE.

Relata que esa noche no logró dormir y que las llamadas no cesaban. “Gran parte de la noche la pasé coordinando mi viaje con Fernando Roca Landívar, como el nexo entre Fernando Camacho y el Comité pro Santa Cruz, con quien mantuve comunicación hasta horas de la madrugada”, admite Añez.

Su nombre había surgido el domingo en la UCB, en la que participaron los jerarcas de la Iglesia Católica y, también, Juan Carlos Núñez, de Jubileo; además, los embajadores de Brasil, Octavio Henrique Cortes; de España, Emilio Pérez de Ágreda, y de la Unión Europea, León de la Torre. También el exembajador de España Carmelo Angulo, Jerjes Justiniano (en representación de Camacho), Waldo Albarracín, del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade) y Paz.

Luego de su reunión con Camacho, Áñez se trasladó a la Asamblea Legislativa, adonde llegó a las 14.00. Arribó junto con Israel Alanoca y fue recibida por Quiroga y Murillo, además de sus colegas legisladores. En breve rueda de prensa, anunció que convocará a una sesión para la lectura y aprobación de las renuncias de Morales y de Álvaro García Linera.

En Jeanine, de puño y letra, Áñez dice que esa tarde también se reunió con la Iglesia Católica.

Al día siguiente, el martes 12, en sendos actos en la Asamblea Legislativa, la legisladora tomó la titularidad de la Cámara de Senadores y luego la presidencia del Estado. Lo hizo sin quorum ni presencia de la bancada del Movimiento Al Socialismo (MAS).

Acto seguido, Áñez y su comitiva se trasladaron al viejo Palacio Quemado. “Un militar que ahí esperaba y cuyo nombre y cargo nunca supe, me puso la banda y la medalla presidencial”, cuenta.

Luego salió al balcón para un baño de masas. La acompañaban Camacho, Pumari, Ortiz, Murillo, sus hijos y otros políticos.

GOBIERNO.

Áñez había consumado su llegada al poder apoyada de sectores conservadores del país y de Camacho, en particular.

Dice que conformó parte de su primer gabinete de forma improvisada y “con carácter de extrema urgencia”. “En esa vorágine de acontecimientos, tuve que liderar la instalación de un gobierno sin inventario ni planificación alguna”, admite la exmandataria.

En ese gabinete aparecieron dos hombres clave de Camacho: Justiniano, que eligió el ministerio de la Presidencia antes que el de Justicia, como cuenta Áñez, y Luis Fernando López, cuya designación tiene su propia explicación.

Camacho no solo “pasaba nombres” a Áñez, también, junto a Justiniano, terminó de conformar el equipo de ministros, según admite la exsenadora. Si Áñez recordó en su libro el papel del padre de Camacho, éste lo destacó en persona en diciembre de 2019, cuando fue homenajeado por su fraternidad en Santa Cruz. “Fue mi padre que cerró con los militares para que no salgan; fue por esa razón que la persona que fue justamente a hablar con ellos y coordinar todo fue Fernando López, actual ministro de Defensa; es por eso que está de ministro de Defensa para cumplir los compromisos. En la Policía, fue de la misma manera mi padre”, contó el ahora gobernador.